Llega ese día fatídico en que llegas sales de la ducha te miras al espejo así y dijes: “Pero vaya, pero vaya, tengo tripita” es una panza homologada, la llamas tripita porque es tuya, si fuese de un compañero o de tu cuñado dices “vas a explotar”! Entonces se te ilumina la bombillita y dices: “pues ya sé lo que voy a hacer, voy a hacer un poco de ejercicio para quemar calorías”. Eso es un error de concepto de toda la población española, con el deporte lo único que se quema es el que lo practica, no las calorías, las calorías van por libre. No quiero desanimar. Ha habido gente a la cual el deporte le ha ayudado mucho fijaos en Maradona, una persona que si no hubiese sido por el deporte hubiese podido caer en cualquier vicio. Pero nosotros, ¿Qué deporte practicamos? La primera opción siempre es la misma; “Mañana, me levanto a correr” y si te levantar a correr, a correr la cortina de la habitación. Dices, “¿Dónde voy si es de noche? Con lo bien que estoy aquí rascándome el culo dentro del pijama” No os riáis porque pocas cosas más baratas dan más gusto, esa rascada mañanera, una mano en cada nalga, los ojos cerraditos para disfrutar el doble, sales al pasillo y parece que tengas un piso pagado.
Yo estaba pensando ahora la comida aquí en buena compañía y tal… Como han cambiado los locales españoles, que tiempos antes cuando te sentabas a comer y te sacaban unas raciones que te miraban a los ojos como los toros a los toreros; “uno de los dos no sale vivo del restaurante”. Ahora vas a comer, han cambiado la decoración, antes había ristras de ajo, perolas de barro, cucharones de madera, ahora entras, hay un cristal translúcido, una piedra suelta, una flor seca, que dices ¿esto que es? Y te dicen, “es que es minimalista” y tu “no, esto no es minimalista esto esta sin amueblar”. Esto parece un restaurante piloto.
Han cambiado la plantilla, ese cocinero de 200kg lleno de grasa que daban ganas de comer ahí, ahora vas a comer, te sale un cocinero con la perilla verde vestido como los malos de Star Treck. ¿Dónde está ese camarero español de toda la vida que te venia con el bolígrafo tiqui-tiqui-tiqui? “Tengo chuletón tiquitiqui, entrecot tiquitiqui, cocochas de bacalao tiquitiqui, albóndiga casera muy trabajada, cocretas tiquitiqui.” Un tío que te sabía vender el producto. “Qué tal la merluza, está fresca?” “La merluza fresca tiquitiqui, cinco días lleva en la nevera más fresca no puede estar”. Ahora no, ahora no, ahora te viene un metre empaquetado de Armani, un profesional como conoce el producto eh. “Quería un pescadito para cenar” dice “Le recomiendo la lubina un pez teleósteo marino que desova a cuarenta metros a profundidad, con una puesta media de 40.000 huevos.” Pero luego viene el tío te pregunta porque es muy amable, “Cómo ha encontrado el caballero la lubina?” digo “Pues te voy a agradecer esta pregunta hombre, te voy a decir como la he encontrado, de milagro”.
Eso es otra te sacan unas raciones que te entra la risa, luego te sacan la cuenta y se descojonan ellos. Y los nombres de los platos, que tardas más en leerlo que en comértelo. Hace poco en un restaurante pedí yo un postre que tenía un nombre sugerente, “tembladera de azúcar y huevo al golpe de calor en su espejo de caramelo”. Digo “tráeme uno de esos a ver como va”. Lo trae, lo veo. Digo “¿esto es mi “tembladera de azúcar y huevo al golpe de calor en su espejo de caramelo”?” dice “sí señor” digo “pues esto de toda la vida en España se ha llamado “flan””.
Si si, al final voy a acabar hablando yo así, bajaré al bar y pediré una caña, y me dirán, “¿para picar?” y yo, sí, me pones un “maxilar superior de piel de mamífero crujiente en su cristal de aceite de Andujar”, pues unos morros hombre!. Muchas gracias.